Xabi Aldazábal
Aunque mi nombre empieza con equis, para ir de incógnito no me da tiempo.
Lo primero que hay que saber es que tengo menos edad de que aparento.
Nací apuntando al norte, en el País Vasco, por eso la brújula la llevo dentro. Así que calma. Dame Yoga y cierra el gimnasio. Y, si quieres hacerme feliz, tortilla de patata. Sin cebolla, que eso es sacrilegio. Y mejor con un kalimotxo que con las cervezas artesanas no me entero. Pínchate Incubus. O una de Wes Anderson, si eso, aunque me educaron las de los ochenta, ya no hay remedio. La mejor medicina, unas risas con los amigos, hasta uno pelirrojo tengo. Y si alguna vez todo se ve negro, no importa, porque es el color perfecto. Si hay barullo, que sean ladridos. Antes que gatos, perros. Y mejor mochila que maletín. Y cabaña que hotel nuevo. Y nada de carne en el plato, pero toda en el asador, si hay un reto. Y, con el cliente, respeto. “Ya se ha enfrascado” , dice alguien. Y de repente me veo, metido dentro de una foto, quitando más que poniendo. Que “menos es más”. Y apártame de Pinterest, que con eso si que me engancho y no vuelvo. Y me pongo a ordenar el taco de flyers, mientras espero que me atienda el cajero. Pero no es cosa de hacer tiempo. Son esos años extra que no refleja el carnet. Me adelanté al Old School. Ya soy casi retro.